Juan MaRe

La Sinfónica de Tenerife explora el clasicismo vienés en el Auditorio

La orquesta ofrece un concierto extraordinario de cámara de carácter gratuito con obras de Mozart y  Ditters von Dittersdorf

Finalizado el ciclo de conciertos de la temporada 2014-2015, la Sinfónica de Tenerife sigue adelante con su actividad y ofrecerá el miércoles 1 de julio una interpretación de música de cámara con un programa que gira en torno a composiciones del periodo clásico vienés. El equilibrio en las formas, la claridad de melodías con acompañamiento armónico y la moderación constituyen el ideal artístico que sustenta las obras de Karl Ditters von Dittersdorf y Wolfgang Amadeus Mozart que sonarán en la Sala de Cámara de Auditorio de Tenerife a partir de las 20.30 horas.

La buena música de cámara está asegurada en esta nueva cita de la orquesta, de libre acceso hasta completar aforo, con un repertorio de innegable interés tanto para aquellos que tengan preferencias por el género clásico como para los que quieran acercarse a él a través de la música en vivo. Desde el 24 de junio pueden retirarse las invitaciones en la taquilla del Auditorio de Tenerife (en su horario habitual), que irán acompañadas de un descuento del 50% en una entrada para el concierto inaugural de la temporada 2015-2016 del conjunto sinfónico. El bono se entregará al final.

Abrirá el programa una de las composiciones musicales más oídas de Karl Ditters von Dittersdorf (1739-1799), uno de los maestros del clasicismo vienés, cuya música instrumental amable adquirió una gran notoriedad en la época aunque cayó rápidamente en el olvido. La Sinfonía concertante para contrabajo, viola y orquesta de cuerda –o Doble concierto en re mayor para viola, contrabajo y orquesta– es una formación probablemente única en su género, a juicio de Marc Vignal, quien añade que “no tiene tres movimientos, como era tradicional, sino cuatro (Allegro, Andantino, Menuetto y Allegro ma non troppo). El viola Sviatoslav Belonogov, apoyado en el contrabajo por Alessandro Barattini, ofrece los pentragramas de Ditters von Dittersdorf, que conjuga las premisas de la era clásica conjugado con un estilo propio accesible y artesanal.

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Una doble propuesta mozartiana sonará a continuación de la mano de los músicos de la Sinfónica de Tenerife. En primer lugar, el Andantino del Concierto para flauta, arpa y orquesta, en do mayor (KV 299), compuesto durante la visita que hizo a París junto a su padre en 1778. Es la única obra para arpa que escribió el compositor, un maestro de la historia de la música que cultivó todos los géneros con igual interés, y en esta interpretación Victoria Carlisle (arpa) y Catherine Mooney (flauta) se acercarán a los colores y matices sustanciosos, así como al dominio que poseía el autor de los efectos de sonoridad.

Cierra el concierto extraordinario la Sinfonía concertante para oboe, clarinete, fagot, trompa y orquesta, en mi bemol mayor (K 297-b), con la que Mozart enriqueció el género. Fue compuesta para el Concert Spirituel durante su etapa parisina. Como apunta Michel Parouty, “característica de los años 1770-1780, el género de la sinfonía concertante (a medio camino entre el concerto grosso y el concierto para solista) se desarrolla especialmente en Mannheim y en París”, aunque el compositor vienés se dedicó muy poco a él (solo tres piezas). El reparto de solistas seleccionados para rescatar la pureza de la obra mozartiana lo integran Paul Opie al oboe, Pier Luigi Bernard con el clarinete, Timothy Porwit en el fagot y para la trompa Inés González Aguiar.

Esta partitura forma parte de un periodo compositivo de Mozart en el que inicia una actividad original en el campo del concierto. “Un viraje decisivo se perfila por entonces en la estética del compositor –afirma Parouty–. La elección de cuatro instrumentos principales es ya inhabitual; lo corriente es utilizar dos o tres todo lo más. Lo que es aún más sorprendente es que, aun cuando se dirija a virtuosos, Mozart rechaza tratar los instrumentos separadamente y los hace dialogar sin cesar en medio de un discurso de una gran flexibilidad, aunque muy cerrado. Por lo mismo, da al tejido orquestal una consistencia real, en detrimento de las ideas melódicas, algo repetitivas en el presente caso, y se aleja deliberadamente tanto del formalismo que tiñe las obras de la Escuela de Mannheim como del estilo galante y sus manierismos”.

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