Juan MaRe

Nesterowicz cierra el ciclo de sinfonías de Brahms

El maestro polaco se pone al frente de la Sinfónica de Tenerife para profundizar en la ‘Cuarta’ del compositor hamburgués

Hablar de las temporadas de la Sinfónica de Tenerife con Michal Nesterowicz al frente lleva de inmediato a asociarlas con Mahler, una figura que ha dominado su programación en los últimos años. Pero no es erróneo pensar también en Brahms, ya que el acercamiento al conjunto de las cuatro sinfonías también ha sido una constante en su labor como director titular y artístico. En el próximo curso, figurará en los atriles del conjunto dependiente del Cabildo de Tenerife la Sinfonía número 4, en mi menor (opus 98), una obra maestra y de difícil interpretación con la que se cierra el ciclo dedicado al compositor hamburgués.

Aunque muchas veces incomprendido por el público y la crítica, que lo consideraban anacrónico, Johanes Brahms (1833-1897) mostró una gran preocupación por una arquitectura tradicional, lo que lo convirtió en el último gran compositor de la tradición germánica clásica, pero también se hizo valedor de un estilo que lo coloca en la condición de innovador al tratar las formas y técnicas sobrias de una manera nueva, tal y como demostró Schönberg en su ensayo Brahms, el progresista.

757px-Johannes_Brahms_(1833–1897)_ca_1890La esencia de esa personalidad tan característica de Brahms está en el aspecto melódico y armónico. En lugar de oponer su inclinación por la forma impecable y controlada a la expresión libre de su imaginación, decidió superponer ambos procedimientos. Así, bajo un desarrollo único y coherente,  en la textura de sus pentagramas se esconden elementos discordantes: combinaciones de medios melódicos, armónicos, contrapuntísticos, rítmicos y métricos, o lo que se ha denominado la técnica de la variación (developing variation). Estas combinaciones son más perceptibles en sus obras tardías, siendo el ejemplo más conocido el final de la Cuarta sinfonía, en el modelo de chacona, “formado por 30 variaciones y una coda sobre un tema de pasacalle, en el que –según la costumbre clásica– el tratamiento melódico de las voces y el desarrollo armónico obedecen a las leyes de la variación”.

Hombre de poco tacto y carácter taciturno, el compositor hamburgués fue toda su vida un defensor de la música pura –rechazaba la ópera– y cultivó a lo largo de 50 años distintos géneros como piezas para piano, lieder, música de cámara, pequeñas obras para orquesta, conciertos, partituras para coro, oratorios, cuartetos para cuerda y sinfonías. De este último decía que era un género dramático que permitía confrontar ideas opuestas y resolver conflictos, muy en la línea de su filosofía.

Sin embargo, tal y como señala A. Lischké, al convertirse en el heredero de Beethoven –gracias a un entusiasta artículo de Robert Schumann en la Neue Zeitschrift für Musik– prefirió esperar a tener escritos un concierto para piano, dos serenatas y las Variaciones sobre un tema de Haydn para empezar a crear su Primera sinfonía, con cuarenta años cumplidos. Solo escribió y publicó obras sinfónicas durante un periodo de tiempo de nueve años, y, al igual que Schumann, su producción solo abarca cuatro composiciones.

La Cuarta sinfonía, que sonará en el Auditorio de Tenerife Adán Martín el 6 de mayo de 2016 con Michal Nesterowicz en el podio de la orquesta, es un modelo de raro equilibrio y estructura compleja, cuyo lenguaje tardorromántico trabaja con detalle las variaciones temáticas. Con influencias dvořakianas en los dos primeros movimientos, de singular encanto, y un tercer movimiento con un sonido comparable al scherzo y un final de gran riqueza, es la sinfonía más estimada de Brahms. Además de esta pieza, en la nueva temporada de la Sinfónica de Tenerife figuran del autor la Obertura trágica (opus 81), el Concierto para violín y orquesta, en re mayor (opus 77), que tendrá como solista a Benjamin Beilman, y la orquestación del Cuarteto para piano (opus 25) que hizo Schönberg en 1933.

Heredero de Beethoven en lo que respecta al contenido conflictivo de su música, de Schubert por su deseo de permanecer en contacto con lo popular y cercano a Schumann por su lirismo y por su sentido del heroísmo caballeresco (Lischké), Brahms fue una figura prominente de la música del siglo XIX, a pesar de que su influencia tuviera más peso en el desarrollo compositivo del siglo XX. Su interés por estudiar en profundidad las técnicas musicales de los siglos XVI, XVII y XVIII para someter a sus composiciones a un trabajo más intenso y poder dar rienda suelta a su imaginación dio lugar a una música en conjunto controlada y refinada, pero al mismo tiempo encubierta por el juego de los detalles.

Bibliografía utilizada:
Tranchefort, François-René, Guía de la música sinfónica, Alianza Editorial, 2008, Madrid.
Burrows, John (Dir.), Guías visuales Espasa. Música clásica, Espasa Calpe, 2009, Madrid.

Honegger, Marc (Dir.), Diccionario biográfico de los Grandes Compositores de la Música, Espasa Calpe-BBVA, 1994, Madrid.

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