Reyes de película con la Sinfónica de Tenerife
La 2 de TVE emite este lunes 5 de enero para toda España y en su canal internacional el día 6 el concierto dedicado a las series de televisión de FIMUCITÉ 8 Leer más →
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El Concierto para piano de Beethoven creció especialmente junto a su Segunda Sinfonía. Tanto es así, que los críticos llamaron a la sinfonía clara y al concierto oscuro, reafirmando la dualidad de su personalidad compleja y atormentada. La posición central que ocupa entre los conciertos, le confiere un punto y seguido entre ellos. Su influencia directa fue el Concierto núm. 24 de Mozart, obra que él había tocado asiduamente como espléndido concertista que era. Ambas obras comparten no solamente el espíritu sino también la tonalidad en do menor, con sus connotaciones de tragedia heroica y dramatismo.
La Pequeña Suite (1950) del compositor polaco Lutoslawski o Mala Suita, en polaco, fue escrita tan solo en dos semanas para corresponder a un encargo radiofónico. Se creó para orquesta de cámara y así se estrenó por la radio. Al año siguiente, el compositor realizó una versión para orquesta que vio la luz el 20 de abril de 1951 con la Orquesta de la Radio Polaca, bajo la dirección Grzegorz. El compositor se dedicó durante varios años a tocar en bares y cafeterías. Conoció a Szpilman, personaje que inspiró a Polanski para su película El Pianista y al pianista y compositor Panufnik, con quien formó dúo en aquellos terribles años de la postguerra.
Las Variaciones sobre un tema original, opus 36, Enigma de Edward Elgar cuya personalidad, según el crítico Sebastián León, poseía demasiados contrastes que se reflejaban en su música, lo situó en el plano internacional. La obra fue estrenada en Londres en 1899 por Hans Richter.
El Concierto para piano de Beethoven creció especialmente junto a su Segunda Sinfonía. Tanto es así, que los críticos llamaron a la sinfonía clara y al concierto oscuro, reafirmando la dualidad de su personalidad compleja y atormentada. La posición central que ocupa entre los conciertos, le confiere un punto y seguido entre ellos. Su influencia directa fue el Concierto núm. 24 de Mozart, obra que él había tocado asiduamente como espléndido concertista que era. Ambas obras comparten no solamente el espíritu sino también la tonalidad en do menor, con sus connotaciones de tragedia heroica y dramatismo.
La Pequeña Suite (1950) del compositor polaco Lutoslawski o Mala Suita, en polaco, fue escrita tan solo en dos semanas para corresponder a un encargo radiofónico. Se creó para orquesta de cámara y así se estrenó por la radio. Al año siguiente, el compositor realizó una versión para orquesta que vio la luz el 20 de abril de 1951 con la Orquesta de la Radio Polaca, bajo la dirección Grzegorz. El compositor se dedicó durante varios años a tocar en bares y cafeterías. Conoció a Szpilman, personaje que inspiró a Polanski para su película El Pianista y al pianista y compositor Panufnik, con quien formó dúo en aquellos terribles años de la postguerra.
Las Variaciones sobre un tema original, opus 36, Enigma de Edward Elgar cuya personalidad, según el crítico Sebastián León, poseía demasiados contrastes que se reflejaban en su música, lo situó en el plano internacional. La obra fue estrenada en Londres en 1899 por Hans Richter.
Krzysztof Penderecki (Debica, Polonia. 1933) es un compositor de la vanguardia que cambió el rumbo de la creación sonora en la segunda mitad del siglo XX. Su obra, desarrollada en principio durante la Guerra Fría, lo identificó como el compositor polaco de mayor influencia en el terreno de la música aleatoria, que enarbolaron artistas como John Cage. Es también creador de grafismos, aún vigentes, que permitieron señalar en el papel la revolucionaria ejecución de nuevas técnicas instrumentales y orquestales que desarrolló en la década de los 60. Hay quien lo considera el verdadero antecesor del minimalismo misticista que desplegara Karlheinz.
El músico polaco registra un amplio y variado catálogo que va desde la sinfonía, la ópera o el oratorio, firmando composiciones como Threnody, Polymorphia, De natura sonoris, el oratorio La pasión según San Lucas o la ópera Los diablos de Loudun, siendo uno de los compositores del pasado siglo que ha perseguido la evolución del sonido.
La difusión de su faceta como compositor le ha llegado, en gran medida, a través de su vertiente como director. Su música ha sido por Rostropovic uno de sus mayores promotores, además de Lorin Maazel que le calificaba como uno de los «grandes genios contemporáneos», Karajan, Mehta, Ormandy, Stern o Anne-Sophie Mutter, entre otros.
Para la obertura que abre el programa, Félix Mendelssohn se fijó en una de estas criaturas de fantasía, la sin par Melusina, de la que en media Europa —ambas partes, francesa y alemana, de la cuenca del Rin— se venían contando historias, a cual más maravillosa, desde hacía casi un milenio. Ignaz Moscheles dirigió el estreno de esta obertura en 1834, en la Sociedad Filarmónica de Londres, que la había encargado.
Nadie sabe por qué le incomodaba tanto a Mendelssohn su Cuarta sinfonía. Nada más estrenarla, en 1833, se sentó a hacerle cambios y no paró hasta terminar una segunda versión que tampoco le dejó satisfecho. Al morir, dejó bosquejados planes para reformarla en profundidad. Es asombroso, porque todos sus contemporáneos como en los dos siglos siguientes, creen de forma unánime que la Italiana es una sinfonía perfectamente acabada y maravillosa, tanto en lo estructural como en lo expresivo. Conquista al oyente desde el primer compás con un tema inolvidable, lleno de vitalidad y optimismo, evidentemente italiano, inspirada cuando Mendelssohn viajó en 1830 a Italia, donde encontró, dice, la alegría en el paisaje, en la naturaleza y en los recuerdos de la cultura antigua.
La segunda de sus óperas se titula Paradise Lost, según el poema épico de John Milton. Es fruto de un encargo con motivo del Bicentenario de la independencia de los Estados Unidos. La estrenó la Lyric Opera de Chicago en 1978. En el segundo acto, Penderecki incluyó un interludio orquestal muy inspirado que lleva la indicación Adagietto y en el que la trompa se opone con sus notas estáticas al movimiento de la orquesta de cuerda. Posteriormente el compositor decidió darle vida concertística propia a este fragmento.
Escrito por encargo y estrenado en 1992 por el autor con Jean-Pierre Rampal de solista, el Concierto para flauta y orquesta de Penderecki es una obra muy peculiar. El día de su presentación en Nueva York, al crítico del New York Times la obra le pareció «casi mendelssohniana» por su estructura clásica y su obsesión por el buen gusto. Lo que le chocaba a Bernard Holland era ver en Penderecki una música así de pulcra y refinada. Dónde había quedado, se preguntaba, la escritura abierta, aleatoria, las grandes masas vociferantes, los gruesos brochazos orquestales o corales. En efecto, la ideación aquí es diáfana, clásica en muchos sentidos, y brillantísima en su polifonía y en su color.
Krzysztof Penderecki (Debica, Polonia. 1933) es un compositor de la vanguardia que cambió el rumbo de la creación sonora en la segunda mitad del siglo XX. Su obra, desarrollada en principio durante la Guerra Fría, lo identificó como el compositor polaco de mayor influencia en el terreno de la música aleatoria, que enarbolaron artistas como John Cage. Es también creador de grafismos, aún vigentes, que permitieron señalar en el papel la revolucionaria ejecución de nuevas técnicas instrumentales y orquestales que desarrolló en la década de los 60. Hay quien lo considera el verdadero antecesor del minimalismo misticista que desplegara Karlheinz.
El músico polaco registra un amplio y variado catálogo que va desde la sinfonía, la ópera o el oratorio, firmando composiciones como Threnody, Polymorphia, De natura sonoris, el oratorio La pasión según San Lucas o la ópera Los diablos de Loudun, siendo uno de los compositores del pasado siglo que ha perseguido la evolución del sonido.
La difusión de su faceta como compositor le ha llegado, en gran medida, a través de su vertiente como director. Su música ha sido por Rostropovic uno de sus mayores promotores, además de Lorin Maazel que le calificaba como uno de los «grandes genios contemporáneos», Karajan, Mehta, Ormandy, Stern o Anne-Sophie Mutter, entre otros.
Para la obertura que abre el programa, Félix Mendelssohn se fijó en una de estas criaturas de fantasía, la sin par Melusina, de la que en media Europa —ambas partes, francesa y alemana, de la cuenca del Rin— se venían contando historias, a cual más maravillosa, desde hacía casi un milenio. Ignaz Moscheles dirigió el estreno de esta obertura en 1834, en la Sociedad Filarmónica de Londres, que la había encargado.
Nadie sabe por qué le incomodaba tanto a Mendelssohn su Cuarta sinfonía. Nada más estrenarla, en 1833, se sentó a hacerle cambios y no paró hasta terminar una segunda versión que tampoco le dejó satisfecho. Al morir, dejó bosquejados planes para reformarla en profundidad. Es asombroso, porque todos sus contemporáneos como en los dos siglos siguientes, creen de forma unánime que la Italiana es una sinfonía perfectamente acabada y maravillosa, tanto en lo estructural como en lo expresivo. Conquista al oyente desde el primer compás con un tema inolvidable, lleno de vitalidad y optimismo, evidentemente italiano, inspirada cuando Mendelssohn viajó en 1830 a Italia, donde encontró, dice, la alegría en el paisaje, en la naturaleza y en los recuerdos de la cultura antigua.
La segunda de sus óperas se titula Paradise Lost, según el poema épico de John Milton. Es fruto de un encargo con motivo del Bicentenario de la independencia de los Estados Unidos. La estrenó la Lyric Opera de Chicago en 1978. En el segundo acto, Penderecki incluyó un interludio orquestal muy inspirado que lleva la indicación Adagietto y en el que la trompa se opone con sus notas estáticas al movimiento de la orquesta de cuerda. Posteriormente el compositor decidió darle vida concertística propia a este fragmento.
Escrito por encargo y estrenado en 1992 por el autor con Jean-Pierre Rampal de solista, el Concierto para flauta y orquesta de Penderecki es una obra muy peculiar. El día de su presentación en Nueva York, al crítico del New York Times la obra le pareció «casi mendelssohniana» por su estructura clásica y su obsesión por el buen gusto. Lo que le chocaba a Bernard Holland era ver en Penderecki una música así de pulcra y refinada. Dónde había quedado, se preguntaba, la escritura abierta, aleatoria, las grandes masas vociferantes, los gruesos brochazos orquestales o corales. En efecto, la ideación aquí es diáfana, clásica en muchos sentidos, y brillantísima en su polifonía y en su color.
El autor de la música de Silverado y El secreto de la pirámide dirigirá a la Orquesta Sinfónica de Tenerife en el concierto de clausura del Festival Internacional de Música de Cine de Tenerife. El compositor nacido en Los Ángeles Bruce Broughton participará en la novena edición de FIMUCITÉ como director invitado en parte del programa previsto para el concierto de la Gala de Clausura.
El concierto, titulado Back in time, 1985 Live, estará dedicado a un año en el que se escribieron memorables partituras para películas que también ocupan un puesto de honor en la historia del cine, entre las que se encuentran las bandas sonoras de Bruce Broughton para Silverado, por la que fue nominado al Oscar, y para El Secreto de la pirámide. También forman parte de la “cosecha de 1985” la música de Regreso al futuro, Los Goonies, Legend, El color púrpura, Cocoon o Único testigo.
Primera Parte
Segunda Parte
La Orquesta Sinfónica de Tenerife y el Tenerife Film Choir, dirigidos por Diego Navarro, interpretarán las partituras ganadoras de los XI Premios de la Crítica Musical Cinematográfica Española, así como un recorrido histórico de las bandas sonoras más destacadas de la cinematografía francesa.
Loreak / Lasa & Zabala – Pascal Gaigne (Mejor Compositor 2015)
Autómata – Zacarías M. De La Riva (Mejor Banda Sonora 2015)
Primera Parte
Segunda Parte