Santiago Sabina

Santiago Sabina, el maestro que lo empezó todo

La Sinfónica de Tenerife recuerda a su primer director con un concierto-homenaje en el Teatro Guimerá

En su sustanciosa trayectoria a través de la tarea de difundir las más variadas manifestaciones del repertorio clásico, la Sinfónica de Tenerife ha encontrado su propia senda guiada por elogiables batutas. Santiago Sabina Corona (1893-1966), reconocido como “uno de los pilares básicos del desarrollo musical” de Santa Cruz de Tenerife durante el segundo tercio del siglo XX, permaneció 31 años al frente de la Orquesta de Cámara de Canarias, que posteriormente pasó a ser orquesta sinfónica, cimentando una labor de difusión de un considerable inventario de obras, estilos y autores inéditos para el público tinerfeño, ya sean de firma internacional, española o canaria.

A la memoria del maestro le dedica la Tertulia Amigos del 25 de Julio, con la colaboración del Cabildo y el Ayuntamiento de Santa Cruz, un homenaje el día 11 de abril en el Teatro Guimerá, en el que participará la Orquesta Sinfónica de Tenerife. En el concierto, bajo la dirección de  Ángel Camacho, se escucharán las partituras  Danza Exótica y Fuga en Re menor del propio Sabina, a las que se añade Cantos Canarios de Teobaldo Power, de la que el músico tinerfeño hizo uno de los arreglos de mayor notoriedad.

Fue Santiago Sabina quien inauguró el podio de la Orquesta de Cámara de Canarias el 16 de noviembre de 1935 –efeméride de la que se cumplen 80 años este 2015–, un conjunto que contaba con la ilusión y el trabajo de una plantilla integrada por músicos amateur, profesores del Conservatorio Provincial de Música e instrumentistas de las bandas municipal y militar, y que estaría “… llamada, sin el menor género de duda, a deparar a Tenerife días de gloria y prestigio en el marco artístico nacional”, manifestó entonces (periódico La Prensa, 8/9/35).

La orquesta surgió como parte de la disciplina instrumental del conservatorio, a su vez fundado en 1931, en una época en la que existían muy pocas formaciones de estas características en España, con dos fines: lograr su arraigo entre la población tinerfeña incluyendo en sus filas a los músicos formados en este centro académico para, al mismo tiempo, proporcionar continuidad en el tiempo a este proyecto cultural dotándolo de una temporada regular de conciertos.

Para ello, la mayor garantía con la que contaban era nombrar director a Santiago Sabina, reclamado por muchos personajes del mundo artístico: «Ahora bien, la eficacia de una orquesta estriba muy principalmente en la inteligencia, cultura, dotes artísticas, autoridad musical, competencia técnica y condiciones de conductor de quien asuma la dirección». Los fundadores, ante la indecisión de las autoridades para apoyar un proyecto cultural de esta envergadura, realizaron un llamamiento explicando los motivos por los que el director y compositor toscalero debía ser el pilar sobre el que sostenerlo. «Por ello al frente de la Orquesta de Cámara de Canarias figura el maestro Santiago Sabina, preclaro músico tinerfeño, cuyo valor es notoria y unánimemente reconocido dentro y fuera de España. Compositor de relevante mérito, reúne además, lo tiene bien probado, todas aquellas cualidades que antes enumeramos como distintivas de un buen director de orquesta».

Un hombre de vocación compositiva

Sabina desarrolló un talento natural hacia la música desde su más temprana niñez, cuando el maestro valenciano Ricardo Sendra acudía a la pequeña casa terrera que la familia tenía en la calle San Martín de el barrio de El Toscal para impartir lecciones de piano a sus hermanas. Tras finalizar sus estudios en Madrid, recorrió durante más de 25 años los teatros de España, Francia, Italia, Oriente Medio y toda América como director-concertador de compañías líricas, carrera que abandonó para asumir la subdirección del Conservatorio Provincial, donde también impartió clases de Armonía, Contrapunto, Fuga y Composición.

Pero su sólida vocación musical encontró en la composición de obras líricas y sinfónicas otra vertiente por la que sería conocido dentro y fuera de las islas. Músicos  ilustres como Arturo Toscanini incluyeron en su repertorio estrenos de sus composiciones. En 1923 dirigió en La Scala de Milán su ópera Nelva, que fue llevada más tarde al Tívoli de Barcelona y al Apolo de Madrid, después de haber estrenado en Padua, en 1914 una de sus primeras creaciones, la Danza exótica, una pieza de corta duración que interpretará la Sinfónica de Tenerife en este concierto-homenaje.

Para componer sus partituras, Santiago Sabina se nutría de sus numerosos viajes conociendo el universo creativo de diferentes culturas. En el caso de la Danza exótica, según describe el crítico musical y profesor del conservatorio Rafael Hardisson Pizarroso en las notas al programa del 17º concierto sinfónico de la Orquesta de Cámara de Canarias (el 3 de abril de 1937 en el Teatro Guimerá), “las sabrosas armonizaciones de esta sugeridora página musical evocan los episodios de un ideal poema coreográfico que, cubiertas de deslumbrantes pedrerías, ricos atavíos y finísimos tules, fueran trazando en el suelo y en el aire, con sus pies desnudos y sus brazos ágiles, vaporosas danzarinas asiáticas, en un encantado alcázar del misterioso y lejano Oriente”.

Convertido en una de las figuras más comprometidas con la cultura musical de las islas en todas sus facetas, el maestro tinerfeño fue autor de muchas de las interpretaciones que se incluían en los 549 programas que estuvo al frente de la orquesta. Y aunque se mostraba reticente a dirigir sus propias obras, en 1936 da a conocer en el Teatro Guimerá Nocturno y Serenata, a las que siguieron otras piezas fruto de su proceso creativo que alternó con la de sus discípulos y colegas a los que alentaba a componer.

De Fuga en Re menor existe constancia de su estreno en el cuarto concierto de la temporada 1947-1048, un homenaje a Teobaldo Power en el primer centenario de su nacimiento el 14 de enero de 1948. En la primera parte del concierto, que tuvo lugar en el Teatro Guimerá, se estrenaron obras de Emma de la Torre, Juan Reyes Bartlet, A. G. Ferrera, Bonnin, F. G. Ferrera, León Villaverde y J. Álvarez García inspiradas en el estilo original, elegante y concienzudamente armónico del autor de los Cantos Canarios.

De este bosquejo sinfónico creado en el bosque de Las Mercedes en base a las melodías del folclore musical del archipiélago hizo Santiago Sabina un arreglo orquestal que se estrenó el 19 de junio de 1937. En la obra original, estrenada el 5 de agosto de 1880, hay exquisitos pasajes alusivos la “tiernísimo Arrorró de nuestras madres, el cadencioso Canto de las eras, el bullicioso Tajaraste; en una palabra, todo lo que como canto o música popular puede mirarse entre nosotros”, indica la Revista de Canarias en su número del 23 de agosto de ese año.

La versión sinfónica que inmortalizó Santiago Sabina “se ha cuidado de respetar, en todo momento, la línea melódica y la armazón armónica original, introduciendo únicamente, en algunos diseños ornamentales o de ‘ripieno’, aquellas alteraciones de detalle que reclaman los timbres y elementos constitutivos de una orquesta de esta naturaleza”, apunta Rafael Hardisson en las notas al programa de 1937. Una consideración que corrobora la catedrática de Musicología de la Universidad de La Laguna, Rosario Álvarez Martínez: “Supo conferirle el lenguaje orquestal adecuado para cada tema, sin desvirtuar el espíritu de la obra”.

Santiago Sabina fue un hombre de grandes inquietudes en el terreno de la música. Autor de música instrumental y vocal, de óperas y de zarzuelas, es reconocido además por llevar a los escenarios de Tenerife, especialmente en tiempos de posguerra donde las dificultades económicas estaban a la orden del día, las melodías de grandes nombres de la composición nacional e internacional, pero sobre todo de músicos nacidos o afincados en Canarias.

Documentación:

Archivo de la Orquesta Sinfónica de Tenerife. Programas de los conciertos.
A. María Díaz Pérez. «Un músico canario en América: Santiago Sabina Corona», Actas del VI Coloquio de Historia Canario-Americana, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1984.

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