Julian Reynolds se pone al frente de la Sinfónica de Tenerife para profundizar en las “intenciones originales” de Verdi
No se deja llevar por la intuición, ni mucho menos. Cuando Julian Reynolds (London, 1962) afronta la dirección musical de una producción operística como la de El trovador que llega a Auditorio de Tenerife los días 24, 26 y 28 de noviembre, lo hace desde la investigación y conocimiento profundos del proceso compositivo de una de las grandes celebridades de la música, Giuseppe Verdi (1813-1901). Podría decirse que tiene gastada de tanto estudiarla esta partitura, casi tanto como el libreto de de Salvatore Cammarano porque, en su opinión, para poder garantizar una representación impecable, hay que hacerlo desde las entrañas, remontándose a “las intenciones originales” del autor.
Y aunque en esta obra del Verdi joven son los roles solistas los que aportan carácter al drama, el director británico se alía con la Sinfónica de Tenerife para lograr ese verdadero sonido verdiano. “Todo lo que encuentro en Verdi es un color particular. Existe una atmósfera especial en sus óperas que resulta muy clara, y aprecio un color muy particular en El trovador”. Esta consideración le da pie para realizar un trabajo musical desde la base, con razones para presumir del resultado final: “Estoy increíblemente feliz con la orquesta; el trabajo realizado ha sido un enorme placer y hemos disfrutado mucho”.
Se refiere Reynolds a la reflexión que nace del tránsito por los diferentes caminos a los que lleva la partitura. “Siempre hay un problema cuando abordas por primera vez a una pieza, en general, pero especialmente con repertorio italiano, y es que el material que la orquesta está leyendo tiene muy a menudo indicaciones de otros directores. Por tanto, el efecto inmediato, especialmente con los instrumentos de cuerda, es que interpretan lo que otro director les ha pedido en el pasado. Así que en gran parte mi trabajo estas semanas con la orquesta ha sido en realidad limpiarlo y llevarlo a las intenciones originales de Verdi, sobre todo en lo que respecta a la técnica del arco en los músicos de cuerda. Lo que es más importante es la particular manera del arco delicado en la cuerda, lo que aporta transparencia al sonido y al mismo tiempo es compatible con las voces ya que no las cubre en los momentos importantes”.
Su amplia experiencia en el repertorio operístico –considera una suerte haber estudiado con maestros italianos– le llevan a defender la misma filosofía que históricos como Toscanini, Karajan, Sabata, Serafin o Muti, es decir, trabajar en profundidad la obra para lograr el magnífico juego de melodías del culmen de la tradición operística italiana. “El trabajo llevado a cabo con la Sinfónica de Tenerife ha consistido en redescubrir estos equilibrios internos para que el sonido se vuelva transparente y al mismo tiempo apoye a las voces”.
«La orquesta es de una gran calidad, que cuenta con solistas maravillosos igualmente»
Reynolds debuta en Auditorio de Tenerife orgulloso de haber conseguido una ponderada representación de este drama in musica, en el que la coproducción de Ópera de Tenerife y el Teatro Comunale de Bolonia reúnen a cantantes como Yolanda Auyanet, Simone Alberghini, Giusepe Gipali, Enkelejda Shkosa, Alessandro Spina e Inés Ballesteros, además del Coro de Ópera de Tenerife, dirigido por Carmen Cruz. “La orquesta es de una gran calidad, que cuenta con solistas maravillosos igualmente. Soy consciente de que es una orquesta sinfónica, pero al mismo tiempo he encontrado en ellos una enorme flexibilidad para hacer rubato. Además, me parece maravilloso ver que la orquesta está realmente disfrutando de acompañar a voces muy buenas. Cuando tuvimos el primer encuentro con los solistas, los músicos estaban realmente disfrutando al oír finalmente las melodías”.
Pero El trovador gira en torno a la inverosímil conjunción de elementos dramáticos (el amor, la venganza, violencia, la quema en la hoguera de una madre, un trágico reencuentro final), que la han convertido en una de las óperas más populares de Giuseppe Verdi, quien debió apreciar esta fuerza en el texto original de Antonio García Gutiérrez. “Verdi tenía una relación particular con los temas españoles y estos temas se convierten en colores”, destaca Reynolds.
“Dentro de aquí hay dos colores. Creo que se pueden imaginar no solo musicalmente, sino también en el drama. Uno de ellos es la idea de la danza, por ejemplo, y un tipo particular de ritmo que escuchamos mucho, sobre todo en ‘Stride la Vampa’ de Azucena. Es un ritmo particular y representa el fuego, esta llama de baile”. Al igual que Francesco Izzo, el director británico opina que el compositor italiano utilizó en muchos de sus títulos ritmos de danza tanto para la descripción personajes, como en situaciones o en el desarrollo dramático. “El otro es el color azul de la luna y del Conde de Luna, que tiene una cualidad de misterioso y una especial cualidad de ligadura. Ambos elementos fascinan al público”.
La complejidad de la trama ser refleja también musicalmente en esta ópera romántica y la oposición de colores queda cruzado en planos paralelos. “Este gran contraste, y es por supuesto un contraste dramático, entre los gitanos, que están llenos de este fuego, y la otra familia, la del Conde de Luna que gira todo en torno al azul, también el acero de las armas. Y este es el contraste que Verdi aporta a la partitura, especialmente en los elementos de ritmo españoles que son muy importantes, como el bolero. Por supuesto, tiene el contraste entre los gitanos que están bailando una música basada en una especie de estilo de bolero, y la música de los soldados que se oponen a ellos, la cual es como una marcha. Uno de los momentos más fascinantes es cuando los pone juntos en conflicto. Por lo que El trovador es en realidad una partitura muy experimental de Verdi. Lo que es interesante es que más tarde, cuando estaba componiendo Don Carlos –por supuesto, otra gran opera española– usó varios temas y elementos que ya había pensado y empleado en esta”.
Toda esa pesadilla de la que parecen no despertar los protagonistas de esta ópera imprescindible, llena de “símbolos y metáforas” queda en manos de Julian Reynolds los días 24, 26 y 28 de noviembre para no dejar indiferente al público con un claro mensaje verdiano: “Hay un sentido de purgatorio, que tal vez esa es la moraleja de toda la pieza si pensamos en ella en términos católicos, si pensamos en ello en términos de las ideas de Verdi. Así que, cuidado, la venganza es mal asunto”.