Edmon Colomer habla de la Sinfónica de Tenerife y de su trayectoria en la dirección musical
El maestro Edmon Colomer (Barcelona, 1951) está más que familiarizado con la palabra vocación. Su pasión por la música le ha llevado a hacer de esta profesión su misión en la vida. “Todo ser humano tiene tendencia a trascender lo puramente material para dar respuesta, respuesta imposible por cierto, a lo que hay mas allá. Los músicos canalizamos esta inquietud a través de la música”. A ella dedica sus horas, días, semanas y años porque “la música y la vida para un artista son una misma cosa”. Referente de la dirección musical desde la eclosión de orquestas en España durante la década de los 80, defiende que “hacer música es lo mejor que le puede pasar a un ser humano”.
Preparado para acercar al público tinerfeño a un programa protagonizado por “compositores eminentemente populares” como Smetana, Dvořák, Fauré y Saint-Saëns, y que supone “una apuesta segura”, Colomer se reencuentra el próximo 5 de diciembre en el Auditorio de Tenerife Adán Martín con la Sinfónica de Tenerife, formación con la que está muy vinculado desde que fue su director titular entre 1985 y 1986. “Vuelvo para trabajar con la OST y me doy cuenta de que lo más importante para hacer música sinfónica es la complicidad. La orquesta, es decir la suma de personalidades distintas, fuertes y enormemente sensibles, responde abiertamente y sin engaño a la actitud de cada director. Creo que así ha sido la historia de esta orquesta que llevo en el corazón”, afirma cercano.
En esta relación honesta con la identidad de la Sinfónica, el maestro se entusiasma con la idea de dirigir al violonchelista franco-alemán Nicolas Altstaedt en la interpretación del Concierto para violonchelo y orquesta en si menor, op 104, de Dvořák. “Hoy hay violonchelistas de un nivel altísimo. Entre ellos, Altstaedt se sitúa en la cúspide”, sentencia. Por ello, que la temporada 2014-2015 de la formación dependiente del Cabildo afronte tiempos difíciles incorporando figuras internacionales a su repertorio supone para Colomer “un privilegio”, y para el público, “una oportunidad para acercarse a escucharlo, ¡en vivo!, en el Auditorio de Tenerife”.
Colomer ha creado un estilo propio en el que conoce muy bien lo fundamental de su papel para conducir las intervenciones del solista y la orquesta y al mismo tiempo hacer justicia a la partitura. En este caso, poner de relieve el reto al que se enfrentó Dvořák cuando compuso esta pieza durante el invierno de 1894-1895: “Tratar al violonchelo como instrumento solista”, algo que, más que “una limitación” supuso “una oportunidad de enorme trascendencia”. “Un artista de la categoría de Dvořák difícilmente podía asumir un reto compositivo que traicionara sus convicciones. Las reticencias que había expresado sobre la idoneidad del instrumento son anecdóticas a la vista del resultado”.
Características estéticas
Además de la Obertura de La novia vendida de Smetana y el concierto de Dvořák, claros exponentes de la escuela nacionalista checa, el repertorio del cuarto concierto de abono de la Sinfónica de Tenerife, al hilo de la batuta de Edmon Colomer, abordará también obras de Fauré y Saint-Saëns. “El melómano acostumbra a preferir el sabor popular que destila la música nacionalista en detrimento del refinamiento neoclásico, caso de Fauré, o neobarroco, caso de Saint-Saëns, tan característicos de la música de fines del XIX o principios del XX”.
Pero esta cuestión no resta atractivo a la velada, dada la calidad de las obras como de la ejecución. A juicio del director, “quizá el término nacionalista no sea el más apropiado” los compositores franceses, “cuya música, aunque notablemente influida por una tradición común, responde a credos estéticos muy distintos”. En el caso de Saint-Saëns, se da la paradoja de que “fue a la vez pionero en la defensa de Liszt y Wagner y ultraconservador en el lenguaje que él utilizó en su propia música”. La Sinfonía nº 2 en la menor, op 55, indica, “mucho menos celebre que la tercera, es un ejemplo brillante de esta mirada descarada al pasado resistiendo la influencia de sus contemporáneos Debussy o Strauss”. “Fauré, en cambio, tomando también el pasado como referente, abre la puerta a la modernidad con atrevidas incursiones a un nuevo concepto del color, es decir, prefigurando el simbolismo que llegaba acompañado de un tratamiento audaz de la armonía y del timbre instrumental”.
Un músico con alma itinerante
Edmon Colomer ha sido un eslabón indiscutible en la consolidación de la personalidad de la Sinfónica de Tenerife, moldeada por seis directores en casi 80 años. En este progreso musical, “a pesar de la situación crítica, económica y moral” que amenaza su estabilidad, “la OST mantiene una solvencia y una madurez que con los años se han afianzado y que le permite afrontar cada programa con autoridad y con ilusión”, sostiene. Su experiencia al frente de diferentes formaciones dentro y fuera de España le permite definir el papel que desempeñan las batutas en esta circunstancia: “Los directores tenemos que ser capaces de estar a la altura de su potencial”.
Inquieto e itinerante, este músico, más allá de su obsesión por la búsqueda de lo intangible, hace gala de un gran sentido del deber y del trabajo. “Nos encontramos desde la infancia con una vocación a la que hay que alimentar con el trabajo personal riguroso y sin concesiones”. Si bien la música es su religión, ha sabido descubrir otros alicientes necesarios para el ser humano. “En teoría en la vida no hay tiempo para nada más, pero también la vida nos enseña que otros valores son necesarios. Una buena compañía que aporte lo que nos falta, que nos sirva de espejo, que nos haga despertar cuando la obsesión llega demasiado lejos y que nos ayude a levantarnos cuando creemos que hemos fracasado en nuestra búsqueda de una gloria efímera e inútil”.