Michal Nesterowicz se coloca en el podio de la orquesta, que contará con la colaboración del violinista Sergej Krylov
Un ciclo de 18 conciertos, 18 experiencias singulares e irrepetibles con la música como protagonista. La Sinfónica de Tenerife cierra su temporada 2014-2015, que ha discurrido sobre el violín, las novenas sinfonías y Mahler, a las órdenes de su titular, Michal Nesterowicz (Wroclaw, 1974) , siempre bienvenido por el público de Auditorio de Tenerife. Para la ocasión se ha dispuesto un programa diseñado a la medida de su batuta: Three Pieces in Old Style, de Górecki; el Concierto para violín número 2 de Wieniawski y el broche de la Sinfonía número 6 «Patética» de Chaikovski.
A lo largo de este curso que acaba se ha visto pasar por la Sala Sinfónica a solistas y directores invitados de primer orden, con obras de repertorio y contemporáneas que han contado con el apoyo de una cada vez más sólida orquesta. “Quiero agradecer a todos, en especial a mis compañeros músicos pero también al público, tanto abonado como no abonado, así como al equipo técnico y de oficinas la implicación que han tenido en el desarrollo de esta temporada. En mi opinión, el recorrido que ha hecho la orquesta desde su comienzo ha ido en trayectoria ascendente, un hecho que me alegra mucho”, indica el maestro polaco haciendo balance.
A priori, el programa del viernes 26 de junio parece no tener un eje temático que sostenga las tres piezas y compositores que lo integran, no obstante, este contraste se centra en el apasionamiento y en el uso de temas populares de Chaikovski como denominador común, coincidiendo con la celebración de su 175 cumpleaños.
Al polaco Henryk Górecki (1933-2010) se le considera uno de las figuras representativas de postmodernismo musical, aunque la fama le llegó con su meditativa música minimalista. A él se le atribuye el haber practicado gran variedad de estilos, partiendo de la vanguardia más experimentalista. Exploró el serialismo en sus primeras composiciones, aunque su búsqueda de un estilo puro y transparente desembocó en una sensibilidad religiosa fruto de influencias como la música folclórica y los cantos medievales polacos, lo que le llevaron a adoptar, a mediados de los setenta de la pasada centuria, un estilo caracterizado por las armonías modales, las melodías simples y la repetición de estructuras de grandes dimensiones –estilo conocido como nueva simplicidad.
En Tres piezas en estilo antiguo (Three Pieces in Old Style, 1963) anticipaba ya el lenguaje modal de “notas blancas” de las obras escritas posteriormente a 1971. Górecki inspiró esta partitura en las melodías folclóricas de la región montañosa de los Tatra y en las tradiciones religiosas polacas. En este sentido conecta con Chaikovski en lo que respecta a su inclinación por asimilar el folclore nacional, aunque es un recurso que ya aparece en su producción desde el primer momento de su carrera.
También polaco, aunque de una época muy anterior, es Henryk Wieniawski (1835-1880), un virtuoso excepcional del violín cuya muerte prematura dejó solo composiciones para su instrumento. Como bien describe André Lischké, “sus dos conciertos de violín tienen una evidente coloración eslava y valoran notablemente al solista, aunque sin presentar ningún interés especial”. Su música, como su forma de tocar, combinaban una técnica al estilo Paganini con un expansionismo romántico, lo que le acerca a Chaikovski.
El ruso Sergej Krylov, también considerado uno de los prodigios de su generación, será el encargado de interpretar junto a la Sinfónica de Tenerife el Concierto para violín y orquesta número 2, en re menor (opus 22), una obra en la que ya “constata una madurez que se manifiesta por una mejor arquitectura y una orquestación más rica y menos funcional que en el Primer concierto”.
Como cierre, la orquesta acometerá la Sinfonía número 6, en si menor «Patética» (opus 74) de Piotr Ilyich Chaikovski (1840-1893), una composición colosal a la que llegó el compositor ruso en el término de su vida, oficiando algunas novedades formales, especialmente en el final, “que no es un ruidoso allegro, sino un largo adagio”, escribió el propio autor a su primo Vladimir Davydov, a quien dedicó la obra.
Estrenada en octubre de 1893 bajo la dirección del propio Chaikovski, la obra refleja la compleja y atormentada personalidad del compositor, aunque fue su hermano quien la bautizó como Sinfonía Pathos. Esta sinfonía ha suscitado los comentarios más diversos: la interpretación más plausible es la de una retrospectiva autobiográfica que desemboca en un réquiem para sí mismo, resultante de una premonición que el compositor habría tenido de su próximo fin