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“La música es el único lenguaje internacional verdadero”

13/03/2015

La pianista Janina Fialkowska exprime a Mozart “en colaboración” con la Sinfónica de Tenerife

Janina Fialkowska (Montreal, Canadá, 1951) ha cautivado durante más de 35 años al público y a la crítica de todo el mundo con sus emotivas interpretaciones del repertorio clásico y romántico, en especial Chopin, Mozart y Liszt. Precisamente con la obra del prodigio de Salzburgo espera poder “transmitir” con autenticidad “paz y alegría” a los amantes del piano en la isla durante su participación el viernes 20 de marzo en el séptimo concierto de abono de la temporada 2014-2015 de la Sinfónica de Tenerife en el Auditorio, porque “la música es el único lenguaje internacional verdadero”.

La orquesta se pondrá para la ocasión a las órdenes de su titular, Michal Nesterowicz, quien ha ideado un programa armónico para complementar el Concierto número 24, en do menor (K 491) de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), que interpretará Fialkowska. En la apertura Ruy Blas, obertura en do menor (opus 95), de Felix Mendelssohn (1809–1847), escrita como introducción a una representación en 1839 del drama de Víctor Hugo.  La segunda parte estará dedicada a la Sinfonía número 8, en sol mayor (opus 88) de Antonín Dvořák (1841-1904), en la que se percibe la admiración poética del hombre ante la Creación. Tres obras que exigen agilidad rítmica, refinamiento y equilibrio en sonoridades.

Mozart fue, ya se sabe, único en la historia de la música debido a sus éxitos en todos los géneros y formas, además de por su asombrosa capacidad de composición. Abrió nuevos caminos y sus sinfonías, conciertos y obras para cámara otorgan una particular atención al timbre instrumental. Sus conciertos de piano especialmente son partituras que poseen tal nivel de refinamiento y sofisticación que igualaron al género a la sinfonía. El virtuosismo pianístico del Concierto para piano número 24 y su originalidad formal lo convierten en una obra maestra. “Es, de hecho, uno de los conciertos para piano más perfectamente equilibrados jamás escrito –indica la pianista canadiense–. Hay interacción constante entre el piano y la orquesta y, sobre todo en el segundo movimiento, la sección de viento tiene muchos pasajes maravillosos en sí mismos de los que luego me hago eco con el piano. Tengo muchos deseos de colaborar con la Sinfónica de Tenerife de la que espero que podamos ser socios iguales”.

Aparte de contar con el entendimiento entre el piano protagonista y el conjunto sinfónico, esta obra –de hecho, el concierto de Mozart favorito de Fialkowska y el que más ha interpretado en su carrera– precisa de una aproximación humana, una profundidad que aparece conferida por la tonalidad en do menor, de la que se desprende una expresión intensa y sostenida, un patetismo sin exceso que tuvo efecto en el siglo XIX. “Es Mozart en su estado más dramático, más bello pero también más atrevido. Los cromatismos y las extraordinarias progresiones armónicas son precursores de la gran época romántica que irrumpió muchos años más tarde”.

Es indudable que Janina Fialkowska, comprometida con el lirismo musical, sabe modular con gran habilidad e indiscutible pasión el juego de repetición del tema principal buscando el fraseo más adecuado. “Disfruto mucho cuando toco la cadencia que aparece en el primer movimiento escrita tiernamente por el pupilo de Mozart y extraordinario compositor Johann Nepomunk Hummel. Es un poco una obra magistral y muy divertida de tocar”, reconoce.

Compromiso con la profesión

Arthur Rubinstein se convirtió en el mentor de Fialkowska desde 1974, quien tras haber superado un tumor maligno en el brazo izquierdo, posee una suerte de facultad en el planteamiento de un sonido emocional que se empapa de una estética poética gracias a su respeto por el compositor. La clave de su interpretación está en que trata de ser “lo más fiel posible a los deseos y estilo del compositor”. “Pero no eludo, siempre que me es posible, utilizar la ventaja que ofrecen los instrumentos modernos para lograr esos objetivos”, matiza la pianista.

Al contrario que ocurre con muchos otros intérpretes, se aventura a dar nombres de compositores y piezas favoritas, que pertenecen al repertorio clásico y romántico en el que está especializada, aunque no rechaza tocar otro tipo de partituras. La razón, prefiere ser honesta con el público tratando cada concierto como si fuera único. “La música escrita por los grandes compositores ‘clásicos’ solo puede traer la paz y la alegría al mundo –sostiene Fialkowska–. Mi trabajo como artista es transmitir el genio de estos compositores a mi público y trasladarlo, aunque sea por unos momentos, a un mundo más hermoso y mejor. Si hago bien mi trabajo, puedo mejorar, literalmente, la calidad de vida de las personas; tal es el poder de la música”.

El podio de los pianistas que han hecho historia se lo concede a nombres como Rubinstein, Arrau, Argerich, De Larrocha, Lupu o Zimerman. “Cada generación ha producido unos pocos pianistas extraordinarios”, dice. Y es que es el solista por excelencia. Sin embargo, avanza una cuestión interesante cuando se trata de valorar hacia dónde se dirige esta especialidad: ¿lo que quieren los nuevos intérpretes es dedicarse a la música o hacer carrera con ella? “Lo que tenemos hoy en día son muchos pianistas muy muy competentes, con grandes capacidades para tocar con precisión, muy rápido ya sea con fuerza o suavidad. De hecho, hay tantos de esos pianistas ‘atleta’ que tocan muy bien en el mundo que a veces los talentos extraordinarios son ignorados o se pierden; pero ellos siguen existiendo aunque no ganen necesariamente primeros premios en competiciones”.

El espíritu reivindicativo le brota con la crítica. “El músico / pianista posee una voz personal única y un gran respeto por los compositores; para él, dinero y fama son ambiciones secundarias. En la actualidad hay algunos de estos jóvenes en el mundo y deberían ser estimulados para que nuestra hermosa profesión permanezca pura y no sea destruida por la codicia, la ambición y la comercialización”.

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