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Ciclo de cámara de Tenerife

Compuesta en 1950 por Heitor Villalobos (1837-1959), Assobio a Jato, para flauta y cello (W 493) es una composición que ejemplifica a la perfección el estilo exótico y lenguaje personal del músico brasileño. Si bien es considerado un autor superabundante, su producción de música de cámara no es de menor proporción, a pesar de que está poco representado en la programación actual. La síntesis entre la música popular brasileña y la música culta occidental son una constante definitoria de la música de Villalobos, pero también la diversidad, la experimentación instrumental, la armonía libre y , ritmo y tonalidades. En esta pieza concretamente, la elección de la flauta y violonchelo ofrece el mayor contraste entre lo alto y lo bajo, el metal y la madera, el viento y el alambre, la respiración y el arco. Con altos contrastes en rango y el timbre, la flauta y el violonchelo son compañeros a un mismo nivel a lo largo de toda la obra, ya que simétricamente intercambian el papel de solo y el acompañamiento, o tocan juntos con tales contrapuntos que parecen casi independientes, dando lugar a una música música es cromática y fresca, a través de tres movimientos (Allegro non troppo, Adagio y Vivo).

Es ampliamente sabido (él mismo lo confirma en una carta escrita a su padre en 1778) que Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) detestaba la flauta, por lo que los dos conciertos y los tres cuartetos que compuso para este instrumento son obras de encargo. Así, el Cuarteto para flauta y cuerda, en re mayor (K 285) fue escrito en 1777 para un noble holandés, M. De Jean, al que conoció durante su estancia en Mannheim, al ofrecerle cien florines por «tres pequeños conciertos fáciles y cortos y dos cuartetos para flauta». Mozart cumplió con una parte del encargo y su mecenas, en consecuencia, resultó un mal pagador. Esta pieza que nos ocupa (en tres movimientos: Allegro, Adagio, Rondo) es, con diferencia, la mejor de las que escribió en aquella época; con ella el autor supo trascender los límites del estilo galante reservando a la flauta un papel discretamente concertante.

El programa de este concierto finaliza con el Quinteto para clarinete y cuerda, en la mayor (K 581) de Mozart. El composior saldó una deuda de amistad con Anton Stadler (1753-1812), el más virtuoso clarinetista de su tiempo, a quien ofreció esta obra terminada en septiembre de 1789, una de las peores épocas del músico, quien se enfrentaba no solo a una situación económica delicada, sino que esta penuria se vio agravada por las constantes enfermedades de su mujer y la soledad artística y humana a la que lo condenó el público vienés. A pesar de ello, el Quinteto «a Stadler», de clara inspiración masónica, es la primera obra que une al clarinete y al cuarteto de cuerdas en la historia de la música y alcanza una perfección que no ha podido ser superada. En ella Mozart tiene la habilidad de aprovechar todas la posibilidades tímbricas y expresivas que el instrumento ofrecía, sobre todo en lo que respecta a su registro grave.

La formación camerística tendrá en las cuerdas a Irina Peña (violín), Juan Carlos Gómez (violín), Esther Alfonso (viola) y Johanna Kegel (violonchelo), quienes darán vida a estas piezas junto a Francisco García (flauta) y Pier Luigi Bernard (clarinete).