La clarividente Cuarta en su versión primigenia (la favorita de Brahms: “perfectamente natural”) y su radiante, vitalista Renana embebida de folclore, abrazan el Concierto para chelo de Schumann, que se presenta como un viaje hacia el interior de las entrañas del compositor, pues tal es la carga emocional e introspectiva que encierra este matizadísimo cuasi-soliloquio del solista.
Schumann compuso su Segunda sinfonía tras su primera gran crisis nerviosa, que le sumió en una depresión que finalmente le llevaría a intentar quitarse la vida. Ese mismo abatimiento que le impidió estrenar su Concierto para violín (Joachim llegó a pensar que era producto de su locura). Músicas que son testimonio y, al mismo tiempo, triunfo. Completa el programa la Obertura de Genoveva, única ópera del compositor.
El sentimiento más romántico sobre la más perfecta tradición clásica nos descubre un Concierto para piano único en manos de Schumann, impecable simbiosis entre solista y orquesta. A su lado, la felicidad propia en “llamas de pasión” con su Primera sinfonía, toda una primavera personal, portentosa explosión sinfónica, escrita prácticamente al mismo tiempo que su Obertura, Scherzo & Finale, suerte de breve sinfonía.
