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Concierto de temporada nº12

Compuesta como música incidental para la tragedia del mismo título de Goethe, Egmont rara vez se interpreta completa (consta de obertura y nueve números). Sin embargo, su obertura forma parte imprescindible del repertorio de las orquestas. Aunque no puede considerarse como música programática estrictamente expresada, sí tiene un contenido que sugiere ciertos aspectos dramáticos del personaje y la obra literaria. Su carácter heroico y trascendente no se refiere sólo a su protagonista. Es una lucha contra la tiranía y la opresión de un pueblo.

El Concierto para violín de Sibelius fue la única obra concertante que el compositor finés escribió. De gestación complicada y varios cambios en su escritura, llegó a una versión definitiva que es la que hoy en día se interpreta. Más allá de las innovaciones formales, lo que suscita verdadero interés en este concierto son las características estilísticas del lenguaje musical: las amplias melodías, sombrías y austeras, impregnadas de melancólica tristeza, respirando el color del paisaje finlandés, la armonía estática, los ritmos vigorosos y a menudo sincopados, o los originales timbres que proveen las voces graves de los instrumentos de madera.

Como haría Mahler posteriormente, Brahms dedicaba sus vacaciones de verano, habitualmente en lugares de montaña de Austria, Alemania o Suiza, a la composición de sus trabajos más importantes. Gran amante de la naturaleza, en 1883 decide componer su Tercera Sinfonía en Weisbaden, junto al Rin. La obra presenta una coherencia temática y estructural en torno al motivo celular que abre el Allegro con brio. Fue Clara Schumann quien lo advirtió, y así se lo hizo saber cuando le escribió a Brahms: “Todos los movimientos dan la impresión de estar escritos de un tirón, como si formasen un único latido del corazón”.