El Auditorio de Tenerife, obra del arquitecto Santiago Calatrava, se encuadra dentro de los postulados de la arquitectura tardomoderna de finales del siglo XX. Siguiendo las palabras de su artífice, el origen de estas formas parte de un gesto libre de marcada intención plástica, que hace trascender el carácter artístico de las actividades interiores hacia el exterior.
Esquemáticamente hablando, el edificio se compone a base de sucesivas plataformas de las que sobresale el gran volumen curvo de la Sala Principal, que se convierte en el elemento generador del edificio tanto en su aspecto formal como estructural. La gran sobrecubierta, colocada a unos cincuenta metros de altura, le proporciona movimiento y flexibilidad como si de un cuerpo animado se tratase. Bajo las plataformas que circundan al edificio, se encuentran las dependencias anexas propias de la institución, así como otras complementarias que harán del conjunto, un centro polivalente con posibilidades para una variada oferta cultural.