El director valenciano explorará nuevas formas de comunicación con un programa que homenajea el pasado
Tras dejar la Orquesta Sinfónica de Galicia (era violinista de la formación antes de pasarse a la batuta), Rubén Gimeno (Valencia, 1972) se ha labrado un destacado camino en la dirección de orquesta, respaldado por las cada vez más formaciones con las que trabaja. Este viernes 30 de octubre, el actual titular de la Orquesta Sinfónica del Vallès, aventajado alumno de Jorma Panula y James Ross, se reencuentra con la Sinfónica de Tenerife con un concierto en el que el público asistente descubrirá “una visión del pasado a través de los ojos de tres grandes compositores, Ravel, Respighi y Chaikovski”.
“Elegancia, carácter grácil y de danza son elementos comunes a estas tres piezas a las que unimos el sentido del humor y el juego constante de Haydn con las expectativas del oyente, especialmente el segundo movimiento, que, por cierto, da nombre a la sinfonía, La sorpresa”, cuenta el director quien, entre la intensa actividad y los compromisos que ocupan su agenda, ha tenido tiempo de atender esta entrevista.
La primera parte del concierto se compone de las piezas Antiche Dance ed Arie de Ottorino Respighi (1879-1936) y Variaciones sobre un tema rococó, para violonchelo y orquesta, de Piotr Ilich Chaikovski (1840-1893), dos autores presentes en el último programa que dirigió Rubén Gimeno en el Auditorio de Tenerife el pasado mes de abril. En aquella ocasión, la formación dependiente del Cabildo interpretó suite para pequeña orquesta Gli uccelli (Los pájaros) del compositor italiano y la Sinfonía número 4 de Chaikovski, además del Concierto en fa menor para tuba baja y orquesta de Ralph Vaughan Williams con un memorable Øystein Baadsvik. “La presencia de nuevo de Respighi en el programa es fruto de la casualidad y que descubriremos junto a la orquesta, ya que tanto para ellos como para mí es la primera vez que interpretaremos esta pieza”, matiza el músico valenciano.
En la segunda parte Gimeno y la Sinfónica de Tenerife abordarán la Sinfonía número 94, en sol mayor , «La sorpresa», de Joseph Haydn (1732-1809), una de las primeras del ciclo llamado Londres, de gran virtuosismo orquestal y elegancia, y Le tombeau de Couperin, que Maurice Ravel (1875-1937) dedicó a la memoria de sus amigos muertos en la Gran Guerra. Para el director no supone “una responsabilidad extra” a la hora de profundizar el estudio de la obra el hecho de que sea una pieza ejecutada con frecuencia en salas de conciertos: “Siempre enfoco el estudio desde el mismo punto de vista, tratando de conocer en profundidad el ‘texto’, y aunque cada intérprete añade su visión de la obra, el respeto a la grandeza de los compositores es máxima”.
A Rubén Gimeno se le conoce por su forma de apostar por nuevos métodos de acercamiento al público, una filosofía en la que coincide con Asier Polo, con quien se reencontrará en Tenerife para interpretar junto a la Sinfónica Variaciones sobre un tema rococó de Chaikovski. Conocida es la frase del violonchelista vasco que reclama “desdramatizar los conciertos”, despojarlos de la tradición decimonónica. “Estoy muy de acuerdo en que lo que es más interesante es la reflexión sobre cómo presentamos un ‘espectáculo’ como el concierto –apunta el director– . Con demasiada asiduidad esta barrera física que representan escenario y público se ha convertido en banco de incomunicación, cuando lo que pretendemos es justo lo contrario”.
En este sentido, asumir riesgos y estudiar fórmulas imaginativas de comunicarse y compartir la experiencia de la música es la apuesta de la nueva generación de músicos españoles. “Estoy totalmente convencido de que debemos explorar sin miedos ni complejos la manera de acercarnos al público, eso sí, siempre bajo el precepto de la calidad, que en este caso está más que garantizada con una orquesta como la Sinfónica de Tenerife”.
Para ello Gimeno necesitará de la complicidad de los músicos de la formación tinerfeña, que ha revalidado su talento con la batuta desde que comenzó en la dirección de orquesta. No en vano, su experiencia en el otro lado del podio no solo le avala sino que, en su opinión, ha sido fundamental en su trayectoria ascendente. “Creo que es importante haber vivido y experimentar cómo siente la orquesta. Por supuesto que todo se aprende, y de hecho muchos grandes directores no experimentaron el hecho de tocar en orquesta, aunque también es cierto que la tendencia se ha invertido y cada vez más nos encontramos con directores que han forjado previamente sus carreras como músicos de orquesta”.